jueves, 12 de febrero de 2015

Papá ¿Por qué somos de IU?


Casi todo lo que hago viene determinado por un modo consciente (e inconsciente) de ver el mundo, la vida, la relación con los demás, mi participación y actuación en la naturaleza o el entorno, etc. Ese modo de interpretar lo que me rodea –que va del trabajo a mis hijos pasando por el Betis o la música que escucho- es lo que me hace ser de un modo determinado: en principio ese modo no es ni mejor ni peor que otro modo cualquiera.

Seguro que te has preguntado alguna vez porqué eres como eres. Muchos autores han respondido a esa pregunta y nos cuentan que la genética, la clase social en la que nazcas, las condiciones socioeconómicas, geográficas, ambientales, la familia y el entorno, la educación y la cultura, los valores, la formación intelectual… son factores que van determinando (o han determinado ya) nuestro YO. Hay más, muchos más (religión, fe, habilidades personales, dotes, dones, mitos, ritos, raza, etnia, acceso a la información, influencia de los medios…) tantos, que hacer un mapa con todos aquellos estímulos o restricciones que nos han configurado tal y como somos, nos llevaría toda una vida y, además, mejor escribir con lápiz y tener a mano la goma de borrar porque seguro que, permanentemente, estaremos añadiendo o quitando elementos de ese dibujo.

Somos sumas imperfectas por muy alta que tengamos la autoestima, por cariñosa que sea nuestra abuela o por agraciadas que nos devuelvan la imagen los espejos. Esa imperfección, en principio, tampoco es mejor ni peor que otra imperfección cualquiera. En lo colectivo la cosa se complica. Aún recuerdo ese niño del anuncio preguntándole al padre por qué eran del Atleti. ¿Por qué hay costaleros? ¿Por qué taurinos? ¿Por qué surfistas? ¿Por qué montañeros, de cañas y no de vinos, de la Macarena y no de la Trianera, de chanclas y no de náuticos…?

¿Por qué somos de Izquierda Unida? Casi preferiría tener que responder al niño del anuncio.

Creo –sinceramente- que los hombres y las mujeres de IU son, en general, buenas personas. Es decir: respetan el entorno, intentan no contaminar, no abusan, tienen un alto grado solidario o altruista, se involucran en las peleas por lo que consideran justo (y en un sentido amplio pelean contra las injusticias), es gente que argumenta bien… que percibe un mundo que no les gusta e intentan echar una mano para cambiarlo. En general no es gente ambiciosa, es gente honrada, honesta, valiente, pendiente de la igualdad… quizá esté demasiado condicionado por mi experiencia en la casa pero os digo, de corazón, que me rodean un puñado de hombres y de mujeres que encajan perfectamente en ese retrato. Por supuesto hay gente de instinto, no de formación y un convencimiento dado por el estudio de la realidad concreta; hay gente que no encaja en ese perfil (una minoría) y hay militantes que están ahí por tradición familiar y porque en algún lado hay que estar. ¿Sus dirigentes también? Pues no, mire usted, o al menos no todos. Por supuesto que muchas caras visibles son gente que, legítimamente, ha optado por el poder, el control y la representación y eso significa irremediablemente luchas, corrientes, aspiraciones... ¿Todos? No, tampoco nos pasemos: algunos y algunas. Creo que también hay dirigentes a los que su militancia les cuesta tiempo, esfuerzo y dinero, y lo hacen por su compromiso con sus ideas, con las ideas de todos y todas.

Es, por lo tanto, normal que ese puñado de personas (más o menos afines, más o menos con ese perfil) acaben juntas en una organización. ¿Se parece IU a una afición, una fe, una creencia, un club o una simpatía? Pues mire usted, una parte de todo eso, más un programa y unas propuestas políticas comunes. También un método (que habrá que revisar) y unas dinámicas (que habrá que repensar). Ya lo he dicho en alguna otra ocasión: las organizaciones tienen que ser un medio y no un fin en sí mismas, pero, mientras esa evolución (determinada por factores externos e internos) nos recoloca la columna vertebral y nos aclara las ideas, vamos a mantener ese “todo” porque, al día de hoy, IU es el único marco en el que unos hombres y unas mujeres de un perfil determinado, de una visión determinada, de un olfato determinado, de unos instintos determinados, se sienten identificados entre sí, y dispuestos a verse como un conjunto que se enfrente y construya un mundo distinto. Por supuesto, ese perfil, esa visión, ese olfato, esos instintos… tampoco son ni mejores ni peores que otros cualquieras.

Tocaría ahora vernos a cada uno de nosotros, a cada una de nosotras, dentro de nuestro propio dibujo (recordad que somos sumas imperfectas) y saber de nuestra capacidad de relación con el entorno: con otros, contra otros, con los medios disponibles, contra los medios de los demás… Es necesario -para seguir dibujando y respondiendo a la pregunta- que también incluyamos nuestro propio compromiso, nuestra disponibilidad, nuestras limitaciones, nuestras ganas, nuestras posibilidades… Por último –y para que entendamos la complejidad- tenemos que añadir elementos imprescindibles del pensamiento, ideologías, ideas… y con una pizca de propuestas en común, de respuestas concretas, de conquistas, luchas, peleas, de praxis.

Creo que ya estamos en condiciones de intentar responder: ¿Por qué somos de IU? No lo sé. Quizá sea que muchas pensamos que es una herramienta útil, en la que cabemos todos. Quizá sea porque mi YO encuentra muchos YO parecidos al mío. Todo esto no significa que no haya cosas que cambiar porque nos aburren algunas peleas, nos desconciertan las espantadas y nos frustra ver tan nítidamente las ambiciones (no siempre legítimas). Pero –insisto, creo- que merece la pena sentirse parte de este proyecto donde podemos pensar, debatir, proponer, construir, pelear, colaborar, solidarizarnos, decidir, discrepar… estoy en IU porque es mucho más que un verbo, y, seguro, tú tendrás muchos infinitivos más.

Esta opinión no merece ser ni mejor ni peor que otra opinión cualquiera (faltaría más).

lunes, 26 de enero de 2015

Andalucía, desde lejos


Asistí a tu bautizo cuando apenas era un niño, pero recuerdo bien que Doña Reyes escribió en la pizarra, con esa letra bonita y redonda que tienen las maestras, unos versos que yo apenas deletreaba: …hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres les dimos. Me recuerdo a mí mismo, a caballito en los hombros de mi padre, cuando el cuatro de diciembre el eco sordo de un disparo sesgaba una vida pero no ahogaba la fiesta ni las ansias de libertad. Y recuerdo a mi madre haciendo pestiños en esa cocina pequeña, de ese pequeño piso de la Barriada de Begoña, tarareando pequeñas canciones que nunca había oído: si los curas y frailes superan…

Asistí a tu primera comunión, que duró varios años, y no olvidaré que tu traje peculiar -verde, blanco y verde- lo inundaba todo, todo lo hacía brillar, todo lo seducía. Quita un cacique, elige un Alcalde. El intento de golpe de estado nos pilló, como a todos, con la guardia baja y más pendientes del 28 que del 23 de febrero. Del miedo se pasó a la ilusión y pronto olvidé –olvidamos- y nos pusimos a soñar.

Entre tu comunión y tu fiesta de puesta de largo, dejamos las alpargatas y compramos deportivas de marca, botos camperos o zapatos de tacón. Nos mudamos al centro de Sevilla y mi madre sustituyó aquellas cancioncillas por letras de Carlos Cano: ¡Cómo relucen las amapolas, de Andalucía trabajadora! Ingresé en las Juventudes Comunistas de Andalucía mintiendo sobre mi edad. Lo ha explicado Pita muchas veces: este tío tenía la misma barba con trece años que con 30. Me fui con Fernando, Jose (que no José) y Juanjo a la Plaza de Armas: llegaba una de las marchas por la Reforma Agraria Integral.

Llegó la modernidad. Tenías que seguir siendo lo que eras, pero te disfrazaban y te usaban a su antojo. ¿Tu papel? Ser un tablao gigante para dar palmas al compás de sevillanas forzadas. Yo recordaba los acordes de ésa “la que divierte…” y empezaba a conocerte. Ronda me maravilló, envidié a Granada, me enamoré de Baelo Claudia, de los campos cordobeses y de sus calles, de la sierra de Huelva… leí, gracias a Pilar García (profesora del San Isidoro) a Juan Goytisolo y sus Campos de Níjar y entendí que había dos, o más, Andalucías. Mi tierra era mucho más de lo que había vivido, mucho más de lo que abarcaba, mucho más de lo que tenía, y, mucho menos de lo que esperaba.

Y te casaste. No sé si fue un matrimonio de conveniencia o hiciste bueno el refrán: el roce hace el cariño. Eras mujer, amante, compañera, madre… pero te faltaba ser tú, ser libre y consciente. Ya me pilló fuera y te miraba, con anhelo pero también con inquietud y una tremenda pena. Te he visto desgobernarte y hoy soy testigo lejano de tu divorcio.

El 22 de marzo tienes una nueva oportunidad. Tienes que decirle a tus hijos e hijas que quieres un futuro concreto, que en sus manos está romper con la pandereta y los subsidios. Que eres rica en imaginación, en gentes de bien, en recursos, en tecnología, en tierras fértiles, en espacios naturales. Que tienes buenos maestros y maestras, buenos profesionales de la salud, buenas ideas. Tienes que decirles que tienen que participar, decidir y comprometerse. Tienes que reclamar tu espacio en la historia (y puedes).

Creo que tienes que recuperar el espíritu que te alumbró, que te parió si se prefiere. Creo que debes reconstruirte, abandonando las políticas neoliberales (las haga quien las haga y se llame como se llame). Creo que no debes dejarte seducir por los cantos de sirenas que remarcan el acento pero vacían los discursos de contenidos.

Te ruego, por lo mucho que te quiero aunque esté lejos y ya sea más manchego que andaluz, que retomes tu historia. No me hagas que te vea envejecer sola, achacosa, con dolores incurables y sin esperanza. Ni tú ni los andaluces lo merecen.

sábado, 24 de enero de 2015

Compromiso... para el debate en IU

No es tiempo de manifiestos (al menos de aquellos que no propongan, además de ideas, mecanismos de organización y de respeto) sino de responsabilidades. Este documento sólo interesa a los/as militantes de Izquierda Unida e intentaré promoverlo por los cauces internos. El texto propuesto dice así:
 
Este compromiso, que subscribo libremente como condición inseparable de mi militancia en IU, es un desarrollo de los Estatutos aprobados en la X Asamblea Federal, donde podemos leer: La democracia aplicada al interno de IU no sólo exige la aplicación de mecanismos democráticos para la toma de decisiones, sino también la asunción individual de la idea democrática, de manera que se asuman las decisiones tanto por quien queda en minoría con respeto hacia las decisiones adoptadas (especialmente en los espacios y ámbitos públicos y con mayor relevancia cuando ocupan espacios de representación de nuestra organización), como por quien queda en mayoría, con el respeto pleno que ha de mostrarse hacia las posiciones y personas que han quedado en minoría. (Estatutos, II Principio de funcionamiento democrático y el consenso).
 
Por lo tanto, yo, (nombre y apellidos), como militante de IU, me comprometo a conocer, cumplir y hacer cumplir los Estatutos aprobados en la última Asamblea, éste compromiso y cuantas resoluciones, medidas y propuestas emanen democráticamente de Izquierda Unida en todos los niveles que me afecten.
 
Para ello exigiré que se publiquen, inmediatamente y de forma clara, “toda la información de las decisiones o posicionamientos políticos de IU, así como de los debates internos generales que se produzcan” (SIC Artículo 22. Derechos C, a).De igual modo, “Conocer los acuerdos de los órganos de dirección” (SIC Artículo 22. Derechos C, b) y que se garantice mi acceso “a todas las actas elaboradas en cualquier órgano de IU” (SIC Artículo 22. Derechos C, k). [1]Una vez aprobadas, cualquier decisión será mi decisión, junto a la de todas las personas que forman IU, con independencia de que se esté de acuerdo o no con aquella. Esto no quita que, internamente, podamos manifestar nuestras opiniones contrarias y que individualmente o a través de las corrientes organizadas o partidos que integran IU, debatamos y propongamos la revisión sobre los acuerdos, propuestas o medidas tomadas; pero, externamente, defendamos como nuestra y propia la decisión.
 
Ya sabemos que “Las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales en las que tenemos que actuar en los diferentes niveles territoriales, exigen la cohesión y la coordinación en la elaboración de los contenidos generales de un mismo proyecto transformador, que se plasmen no sólo en principios sino también en normas organizativas y de resolución de conflictos”. Y sabemos que “Esta práctica no está exenta de contradicciones, diferencias y matices, inherentes, como es lógico, a toda actividad humana o política, y mucho más en lo que atañe a un proyecto político transformador y en un momento de acelerados cambios tecnológicos, materiales y sociales. Ante ello, el buen sentido indica que no debemos fragmentar lo que exige unidad, sino potenciar y articular, combinando el debate más amplio y plural con la unidad de acción para el desarrollo del proyecto común en las condiciones específicas que se dan en un Estado plurinacional como es el Estado Español.” (Estatutos, III Principio de Cohesión, unidad de acción y programática). Por ello, como militante de IU, me comprometo a mantener la unidad, respetando a los demás, no interviniendo sobre asuntos o posturas contrarias de otras Federaciones o Asambleas, no me entrometeré en debates ajenos a los de mi Asamblea, mi provincia (en su caso), ni mi Federación. Evitaré la injerencia en asuntos o discusiones que queden al margen de los Estatutos y objetivos políticos de IU.
 
De igual modo, reconozco al Consejo Político Federal como el único órgano entre Asambleas para marcar las líneas estratégicas, para diseñar campañas estatales, para impulsar debates que afecten al conjunto de la organización y de la ciudadanía, para marcar las líneas de trabajo común a todas las federaciones y para desarrollar y garantizar este documento. Acepto y comparto que este órgano -que debe trabajar por el cumplimiento de las normas internas- pueda exigir a cada Federación que incluya en el orden del día de sus respectivos órganos todos aquellos asuntos que entienda afectan a la imagen o comprometen la estabilidad y la unidad interna, aquellos asuntos que entienda incumplen el espíritu y la letra de este compromiso y de todos los documentos actualmente vigentes, incluyendo la remoción de los cargos públicos, de sus dirigentes y de sus liberados políticos. De igual modo, reconozco a los órganos de mi Federación la misma capacidad anterior para su ámbito geográfico concreto. Y también, reconozco a mi Consejo Político Local (Comarcal, insular o Provincial) como el órgano que tiene que garantizar mis derechos, obligarme a mis deberes, facilitarme toda la documentación o información que le reclame sobre las decisiones tomadas y, por último, me reconozco a mí mismo/a como la unidad básica de militancia y, por lo tanto, seré coherente con todo lo aquí manifestado.
 
Como “No se aceptará la afiliación en IU de aquellas personas que, de manera probada, tuvieran posiciones públicas de defensa del modelo capitalista, hubiesen tomado posiciones contrarias a la ética política, de agresión al medioambiente, de la violencia de género, o actitudes contrarias al respeto por las diferencias personales, sean en su vertiente racial, física, cultural, religiosa, de opción sexual o de identidad de género. Tampoco se aceptará a personas que practiquen el maltrato animal. Asimismo, no se aceptará la afiliación de aquellas personas que no respeten todas las sensibilidades ideológicas que hay dentro de IU” (Estatutos. Artículo 12. Quiénes pueden afiliarse). Me comprometo a llevar una actitud y aptitud moral y ética impecable, a denunciar internamente todas aquellas conductas que no coincidan con lo reflejado en los Estatutos (artículo citado) y a ser tolerante, calmada/o, no violento, reflexivo/a, ecuánime y a tomar todas las decisiones que afecten a IU conforme a sus principios, objetivos y éste compromiso. Me comprometo a anteponer los intereses generales de la ciudadanía a los que pudiera tener yo e, incluso, a los que pudiera tener la organización con lo que convertiremos a IU en un medio y nunca en un fin en sí mismo.
 
Podré expresar libremente mis opiniones con relación a las propuestas y decisiones adoptadas por IU siempre que sean en el ámbito interno de la organización y los diferentes órganos velarán por protegerlas, (Estatutos Derechos y deberes de las personas afiliadas. Artículo 22. Derechos E) pero, al mismo tiempo, me comprometo a no dar a conocer externamente las discrepancias que en su seno pudieran darse. Para favorecer la necesaria confrontación de ideas y propuestas exigiré que, con la debida antelación, se dé a conocer el orden del día (y toda la documentación que se requiera) de los asuntos a tratar; sobre éstos podré opinar individualmente con otros/as afiliados/as o con aquellos simpatizantes o ciudadanos en general que entendamos pueden aportar elementos o visiones al debate, pero no manifestaré a la opinión pública mi postura y me reservaré hasta que haya sido aprobada democráticamente la decisión (que ya será de todos) para darla a conocer.
 
Con este compromiso reitero y reafirmo lo expresado en los Estatutos de IU: a) Ajustaré mi actividad política al compromiso voluntariamente contraído con la afiliación, cumpliré los principios, programas y estatutos de IU y aceptaré las resoluciones y acuerdos adoptados por los órganos correspondientes. d) Seré respetuoso con las opiniones y posicionamientos de las demás personas que participan en IU. e) No organizaré, impulsaré, o participaré en campañas contra IU. g) Defenderé los intereses generales de IU, sus estatutos, programas y resoluciones aprobados en sus asambleas, así como los acuerdos legítimamente emanados de sus órganos de dirección. h) Respetaré y acataré cuántas resoluciones se dicten por los órganos competentes en el marco de los presentes estatutos y sus desarrollos reglamentarios, sin perjuicio de la capacidad de recurrirlas. k) Si soy cargo público o tengo alguna responsabilidad interna u orgánica, mi puesto estará permanentemente a disposición del Órgano por el que fui propuesto o elegido. (Estatutos Artículo 23 Deberes).
 
En (ciudad o localidad) a (día) de (mes) de 2015. Firmado.  
 
Hasta aquí llega este documento/compromiso. Podría ser este texto o cualquier otro pero es imprescindible que adquiramos, todos y todas, algún tipo de compromiso. Los militantes de base deberíamos de exigir mecanismos de participación, decisión y control sobre nuestros órganos internos y sobre nuestros cargos públicos, y, éstos, deberían de mostrarse permanente disponibles, cercanos y dialogantes. Todas (tengamos la responsabilidad que tengamos) deberíamos de tener claros los compromisos, límites y documentos que son, en esa suma imperfecta, los que de verdad constituyen IU.
 
Si no reconstruimos nuestros órganos internos, si no avanzamos en mecanismos de promoción y democratizamos (también más transparencia) todas nuestras estructuras; si no evitamos las viejas conspiraciones y neutralizamos las ambiciones no legítimas; si no reorganizamos nuestros métodos, Izquierda Unida puede desaparecer como proyecto.
 
Este “compromiso” debe acompañarse de un Reglamento de Organización y Funcionamiento (como los de las administraciones públicas) que no sea interpretable, claro, conciso y práctico, que abarque desde un calendario único estatal y de federación, a medios disponibles, a relación entre órganos… pasando por la descripción detallada de los objetivos y qué grado de consenso se debe alcanzar para cada decisión.
 
También es necesario que la Comisión de Garantías se refuerce, cuente con medios propios amplios y tenga carácter permanente. Además de este compromiso hace falta una nueva IU, que no pierda de vista su origen pero que piense en el futuro.
 
Este documento pretende ser breve porque espera enriquecerse con las aportaciones de todos los militantes (tanto en lo normativo como en los compromisos). Como se verá, no he dicho nada de la obligación de asistir a los actos, reuniones, manifestaciones o debates. No he dicho nada de la obligación de trabajar en, al menos, un área. No he dicho nada del reflejo individual o personal en las actas de las votaciones. No he dicho nada de los mecanismos que permiten distinguir las diferencias ideológicas o programáticas (el debate de ideas) de las que son de conquista interna de poder. No he dicho nada…

[1] Un buen método es hacer una tabla en la que aparezcan todos los temas sobre los que IU tiene un posicionamiento claro, con una breve descripción sobre la postura y un hipervínculo al conjunto de la documentación.

lunes, 19 de enero de 2015

IU necesita...


Este artículo está escrito pensando en las/os militantes de IU. No creo que interese al resto.

Se han puesto muy de moda los compromisos éticos (o códigos éticos) de los políticos. Son, resumiendo mucho, una serie de mandamientos y principios que nos podrían o deberían parecer a todos “de cajón”, perogrulladas varias que deberíamos de dar por supuestas. Los que he podido leer hacen mucho hincapié en el cumplimiento de la Ley, es decir, que recalcan que cumplirán y harán cumplir la Ley. Estaría bueno.

Si buscamos “Código ético” en google, entre las diez primeras referencias encontramos, por este orden, el código ético de Endesa, Gas Natural Fenosa, Iberdrola y Bankia… ahí es nada. Todos conocemos y padecemos las prácticas de estos señores y, por lo tanto, podemos inferir que un código ético vale lo que vale un trozo de papel higiénico después de haber sido objetivamente usado y, es más, podemos pensar que si estuviera impreso valdría exactamente para el mismo fin.

El compromiso o principio que nos ocupa tiene el apellido de político y eso le da una dimensión nueva. Los “códigos” que he podido leer (IU, PSOE y Podemos les llaman éticos y el PP y UPyD habla de buenas prácticas) son una nadería: no robaré, no me aprovecharé de mi cargo, no malvenderé lo que no es mío, no aceptaré regalos, haré todo lo que pueda por la transparencia, no favoreceré a una prima que tengo en Cuenca… les falta, no es broma, decir que no tomarán el nombre de dios en vano. Casi todas las cuestiones que se plantean –en honor a la verdad hay que decir que hay algunas novedades- deberíamos (y deberían ellos sin necesidad de firmar nada ni de que se lo recordaran) darlas por cumplidas. Ahora bien ¿Por qué tenemos, entonces, un alto nivel de corrupción demostrable y de corruptelas de difícil demostración por muy del dominio público que sean? Porque, en primer lugar, la Ley es muy laxa con el corrompido y con el corruptor, y, en segundo lugar, porque a los partidos les ocurre lo mismo que a las empresas citadas arriba: no son creíbles. Sus códigos son una declaración de intenciones y algo a lo que acogerse si interesa (internamente) para quitarse de encima a un competidor o para colocar en segunda fila a algún/a díscolo/a.

¿Necesitamos los partidos un código o se trata de una moda más? Evidente y certeramente la ciudadanía (que no los ciudadanos en general, que esa es otra) está hasta el mismísimo moño de las corrupciones; también lo está de las aspiraciones y ansias de poder; lo está de la falta de respuestas medibles, y, lo está de “la política” sin más. Hay que huir de las modas y no precipitarse pero también hay que ser firmes y no dar ni un solo paso atrás porque, el próximo, puede ser un traspié catastrófico.

En Izquierda Unida, especialmente en la Comunidad de Madrid aunque no en exclusividad, podemos ver varios grupos internos que pelean por el poder y la representatividad. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones: IU es especialista en dispararse en el pie cuando baila. No necesitamos a Podemos o las campañas de los poderosos medios de comunicación para ofrecer, en general, una imagen que se mueve entre el ejército de Pancho Villa y el camarote de los Hermanos Marx. En el lado positivo, cuando nos dejan en paz y nos dejamos en paz a nosotros mismos, Izquierda Unida ofrece alternativas creíbles y, sin apasionarme al decirlo, tanta ilusión o más que la que puedan ofrecer otros. Así es que, parece ser, la condición para que avancemos en resultados internos y en implicación social (también en votos) es que nos calmemos.

Estuve un par de días pensando en la campaña de afiliación. Evidentemente para hacer cosas (y para debatir propuestas y llevarlas a cabo) necesitamos una militancia abultada, consciente, activa, formada argumentaria y técnicamente (ideológicamente si se prefiere por denostado que esté el término) y capaz de dar respuesta a los problemas concretos que es, en el fondo y en la forma, nuestra razón de ser. También estuve pensando si merecía la pena el esfuerzo; quizá suene raro, pero siempre he pensado que si hacemos un trabajo concreto y por abajo se incorporarían de modo natural esa gente a la que hubiésemos convencido por lo que hacemos (y por cómo lo decimos) y no sería necesario que se sumaran gente por motivos ajenos a los de los objetivos (esa, insisto, razón de ser de IU).

Cualquier pelea interna y cualquier caso de corrupción (o supuestas peleas internas y supuestos casos de corrupción) van a ser aireados, multiplicados y exagerados por todos los medios –nunca mejor dicho- y las propuestas o alternativas que podamos plantear van a ser silenciadas o ridiculizadas. Una acción concreta que beneficie a un colectivo, a unos trabajadores, a un sector social o a un puñado de personas (hablar ya de a toda una clase social es un sueño) nos aporta mucho más de lo que pensamos, pero entendedlo, ni se publicitará ni se sacará un rédito inmediato y directo. Una pelea será un titular que destrozará todo o mucho de lo que hayamos hecho bien.

Creo que no es momento de Manifiestos (lo promueva quien lo promueva). Creo que no es momento de autocríticas (las haga quien las haga). Creo que no es momento de dudas (las tenga quien las tenga) y, creo, que no es momento de desconfianzas, de peleas, de pactos internos, ni de alianzas. Creo que todos y todas los y las militantes (e incluso aquellos que dicen simpatizar con IU) tenemos que firmar un compromiso (una mezcla entre “los votos”, el código ético y los estatutos) con el que renovemos la situación actual de IU y con el que fijemos unas nuevas reglas de juego de obligado cumplimiento. De igual modo, urge más aún la firma de un “contrato” de todos y cada uno de los miembros de los distintos órganos (a todos los niveles) que, además del compromiso anterior, sume mecanismos que nos permitan evaluar su trabajo, su grado de compromiso y sus actuaciones. Por último, y de igual modo, un código completo para los cargos públicos y los liberados de IU.

El contenido de ese compromiso (que habrá que actualizar en la próxima Asamblea Federal) debería de obligar a todos y todas sus firmantes a: A) Respetar los acuerdos alcanzados en los órganos de dirección. B) No criticar en público ninguna de las declaraciones de otr@ compañer@. C) Que cualquier declaración pública se haga en positivo. D) No difundir en medios ajenos a la organización artículos u opiniones sobre la situación interna. E) Toda discrepancia se resolverá en las Asambleas o Consejos. F) Por encima de los intereses de los partidos integrantes o de las corrientes establecidas primará el interés de IU como movimiento político y social. G) Cualquier actuación que se considere daña este compromiso se someterá urgentemente a los órganos correspondientes (también se puede nombrar una Comisión de garantías y control permanente, con un reglamento propio, que sancione directamente a aquellos que pudieran dañar a IU, apartando o suspendiendo cautelarmente de militancia). H) Todos los acuerdos serán públicos y actualizados en el momento en que se tomen.

No se pretende –más bien al contrario- que no haya críticas, sino fijar las reglas mínimas de convivencia y de desarrollo organizativo. Establecer el respeto y el consenso como método habitual y, sobre todo, que el trabajo que realicemos -desde el Parlamento Europeo al último municipio- no se vea frustrado por las marrullerías de unos y las ganas de poder de otros. De aquí a las elecciones generales (y después hasta la Asamblea Federal) creo que tod@s deberíamos de comprometernos.

Por supuesto caben más puntos (y podrían ser más claros y concisos) pero, ahora, ¿quién lo redacta y propone? ¿Qué mecanismos tengo para hacer que algo así se discuta? Quizá esta sea la siguiente cuestión a resolver.

miércoles, 14 de enero de 2015

El día que no ganemos

Nosotras, las personas que llevan siglo y medio entendiendo y padeciendo el capitalismo y, consecuentemente, planteando alternativas y luchando contra los poderes legítimos e ilegítimos, en realidad no hemos avanzado nada en todo este tiempo. Nada: la sanidad es gratuita (o medianamente gratuita) porque esos poderosos son buenas personas; nuestros hijos van a escuelas públicas fruto del azar; nuestros convenios laborales están escritos por gracia divina; nuestra asistencia y servicios sociales son casuísticas presupuestarias. Todo nuestro bienestar, todos nuestros derechos, por amenazados que se encuentren, no son sino fruto de la caridad de nuestros eficaces, biempensantes y ecuánimes dirigentes y gobernantes varios.

No cabe otra explicación, porque ¿cuándo hemos ganado? ¿Cuándo hemos hecho una revolución que trastoque y revierta el sistema?

Antes de que alguien me acuse de lo que verdaderamente soy (un socialdemócrata de pacotilla) y antes de que alguien pueda pensar que estoy defendiendo las reformas constantes que, poco a poco, vayan conquistando derechos y poder, he de aclarar que cada vez que hemos hecho una huelga hemos ganado, cada vez que hemos votado hemos ganado, cada vez que nos hemos manifestado hemos ganado, cada vez que hemos denunciado hemos ganado, cada vez que hemos protestado hemos ganado, cada vez que nos han detenido, fusilado, violado, acosado o perseguido, hemos ganado. Claro. Nadie en su sano juicio se negará a reconocer que lo que tenemos lo hemos conquistado, no nos lo han regalado, y que, además, ha costado cárcel, vidas, tiempo, esfuerzos, sacrificios y persecuciones a miles y miles de personas. Sin las luchas que nos precedieron (y aún de muchos coetáneos vivos) no podríamos imaginar ni nuestro Estado actual ni nuestro estado actual.

Cada conquista tiene detrás una historia larga de luchas. Por separado, muchas de esas luchas sólo significaron pequeñas “mejoras” en nuestra calidad de vida. Otras han servido para que avancemos en una nueva cultura y tomemos conciencia de lo colectivo o lo global. Alguna nos han concedido nuevos derechos… y muchas de ellas, aparente y lamentablemente, no han servido para nada. En conjunto todas ellas sin excepción, incluyendo a las que hemos perdido, han servido para un todo complejo. De un lado, por la reivindicación en sí, sobre algo concreto, de otro, por la sensación de contrapoder, es decir, que aquellos con capacidad de decidir sintieran que no eran impunes, que no podían imponer sin más sus intereses al conjunto de la sociedad.

¿Por qué hoy en día sentimos tan amenazadas esas conquistas? ¿Por qué afirmamos que estamos retrocediendo en libertad y derechos? La respuesta no puede ser más desoladora: porque hemos dejado de ganar, es decir, hemos dejado de luchar.

Algunas fuerzas han decidido que ha llegado el momento de revertir esa situación, el momento de asaltar los cielos, y, además, ahora o nunca. ¿Nunca? ¿Y qué ocurrirá si no ganamos? ¿Si no Ganemos? ¿Si no Podemos? Yo tengo una sensación (una intuición si se prefiere) pero me la voy a reservar porque distrae mucho del objetivo final de este artículo. Lo que sí parece evidente y –a mi juicio- digno de mención, es que ocurra lo que ocurra en las próximas elecciones (en TODAS, que no os enteráis) es que hay que estar ya, ahora, en mayo y en diciembre, construyendo una nueva alternativa que se perpetúe, sólida y estructuralmente, como un mecanismo útil no vaya a ser que, tan acostumbrados como estamos a ganar siempre, batalla a batalla y elección a elección, el día que no ganemos nos llevemos un disgusto de los gordos.

¿Qué modelo? ¿Qué estrategia a largo plazo? ¿Con qué medios? Esas serán respuestas que dependerán del resultado y de la correlación de fuerzas, pero es raro que se sea tan gramsciano para unas cosas y se olviden de que “las ideas no viven sin organización”. Tan revolucionaria es una huelga como lo es una charla, la presentación de un libro o una reunión de vecinos siempre que, además de lo concreto, se despierte alguna conciencia. Ningún resultado, ni siquiera el de conseguir el Gobierno allí donde se pueda, puede distraernos de lo fundamental: el eterno debate de los fines y los medios, la justicia, la verdad…

El día que no ganemos tendremos que aprender a ganar.

domingo, 17 de agosto de 2014

Distopías


Desde Tomás Moro a nuestros días el concepto y la idea de “utopía” se ha ido incorporando al inconsciente colectivo de la izquierda como una sociedad distinta, mejor, más dulce… y, eso sí, que aún está por construir. Digamos que es una mezcla entre un sueño irrealizable, una meta lejana y en algunos casos difusa, y, un anhelo por el que luchar. En la isla descrita por el pensador inglés –que fue el inventor del término pero no de la idea- podemos observar una sociedad equilibrada en la que destaca la convivencia pacífica, el bienestar físico y la moral completa de sus habitantes; en el plano material, Moro explica el disfrute en común de los bienes comunes.

No sé si seguirá igual de gruñón con esto, pero cuando a Julio Anguita le “acusaban” de utópico se ponía de una mala leche digna de las mejores tragedias griegas. No hay que sorprenderse: cada vez que alguien ha soñado (o diseñado) una sociedad “mejor” se ha enfrentado al calificativo de utópico como si fuera un insulto, como si quien la expresa fuera un Quijote, un loco, un soñador… Julio tenía motivos para enfadarse porque una parte fundamental de las utopías no son sino ensoñaciones y anhelos y, lejos de eso, el proyecto del comunista cordobés (precisamente por comunista) era la respuesta estructurada, sensata, pensada y planificada que se enfrenta al actual modo de vivir, producir y consumir. Es decir, el proyecto comunista no es una utopía, es una respuesta al capitalismo.

También es verdad que no hay que hacer saña con aquellos que, desde el alma –sea lo que sea el alma-, entienden que las utopías son esperanzas nuevas, sociedades distintas que hay que buscar y construir día a día. Hay un “marxismo del corazón”, de instinto si se prefiere, que resume como nadie Eduardo Galeano cuando afirma que: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

En cualquier caso, es raro y hasta yo diría contra natura, que la izquierda no sueñe. Yo no entiendo a aquellos que robotizan, automatizan o mecanizan el pensamiento sin tener en cuenta la otra parte del conjunto de elementos que nos configuran como humanos. Es innegable que debemos analizar con método, que éste debe ser completo y exacto, que debe contemplar la ciencia y sus mecanismos para explicar el todo; pero también es cierto que el amor existe, como existen las sonrisas, los abrazos o el cariño, las simpatías y las antipatías, los gustos, las aficiones, las fes, las creencias… esas miles de partes de ese todo racional, exacto.

Por lo tanto, soñar es un derecho e incluso una obligación si se trata de pensar en un futuro. Dicho esto ¿quién no tiene una utopía? Con los pies en el suelo, dudando de todo y pensando por sí mismo, cualquier sueño no es más que un diseño (soñar y diseñar se parecen demasiado) y deberíamos enfrentarnos a ambos con la misma fuerza e ilusión. Cada vez que percibimos una injusticia e intentamos luchar por superarla, cada vez que nos enfrentamos a un poder e intentamos sacudirnos sus consecuencias, cada vez que nos reunimos con otros para incrementar conocimientos o para planificar una acción que nos acerque a ese “mundo mejor” estamos siendo utópicos (o marxistas, por si alguno se enfada); pero también cuando sonreímos; también, cuando amamos.

¿Alguien se ha preguntado alguna vez si existe la antiutopía? Pues sí. Se llaman distopías (no lo busquéis en la RAE) y viene a significar algo así como “lugar malo”. Es decir, si las utopías son esas sociedades anheladas -se construyan material o inmaterialmente- el lugar contrario sería una sociedad en la que no nos gustaría vivir ni de coña marinera. Tal y como dije al principio, las izquierdas sueñan y algunas diseñan sociedades “mejores”; recuérdese que en la isla de Moro destacaba la convivencia pacífica, el bienestar físico y la moral completa de sus habitantes, así como, el disfrute en común de los bienes materiales y, evidentemente, eso suena a socialismo. ¿Lo contrario? Una sociedad en guerra, tanto con otros como la del día a día que “los de arriba” imponen a “los de abajo”; dolencias y males para todos aquellos desprotegidos o sin recursos económicos; corrupción, corruptelas, injusticias y abusos; y, en lo material, desprecio por lo colectivo y propiedad e intereses privados (particulares) muy por encima del bien común.

Yo no sé muy bien cómo es mi utopía. Quizá un varón y una mujer nuevo/a que se preocupe más por lo que quiere para el conjunto que por lo que tiene o de lo que carece para sí. Quizá respetuosa con el medio ambiente, con las culturas distintas, con lo femenino. Quizá una sociedad sin lucha de clases (¡qué antiguo soy!). Lo que sí tengo cada vez más claro es que hay que destruir la distopía actual: mi pueblo, mi región, mi Estado… nuestro mundo.

Os dejo con una canción de Serrat (poema en realidad) que creo expresa mucho mejor que yo todo esto:

Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron
en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios
de capar al cochino para que engorde. 

¡Ay! Utopía,
cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
dulce como el pan nuestro
de cada día! 

Quieren prender a la aurora
porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora
que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera
que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva
de lo que está mandado, mande quien mande. 

¡Ay! Utopía,
incorregible
que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía
que levanta huracanes
de rebeldía! 

Quieren ponerle cadenas
Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre
y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un ensayo para la muerte. 

¡Ay! Utopía,
cómo te quiero
porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
que alumbras los candiles
del nuevo día!

domingo, 10 de agosto de 2014

España... baja...


Había visto un dibujo de esos de Facebook (meme creo que se llaman) que nos decía que España bajaba un puesto en no sé qué de desarrollo humano. En un rato de aburrimiento recordé la viñeta y me puse a buscar por internet para leer la noticia, así es que me hice un san google metiendo entre comillas el título de éste artículo “España baja”.

Me encontré con que España ha perdido un puesto en el ranking mundial de innovación (Global Innovation Index 2014) que tiene en consideración indicadores como la función del capital humano y la calidad en esta área, el papel de empresas y gobiernos para dinamizar equipos creativos o las infraestructuras innovadoras.[i] Muy interesante pero no era lo que buscaba. El siguiente titular atrayente es que “El I+D en España baja hasta niveles similares a los de 2008.[ii] También digno de consideración pero seguía sin ser lo que buscaba.

Entre bajadas de precios varios y el descenso del número de fumadores del sector sanitario, me encuentro con que España ha descendido cuatro puestos en el ránking de mejores países para ser madre y ocupa el décimo sexto lugar de la lista, que está liderada por Noruega e Islandia y la cierra Níger, según el décimo tercer Informe anual sobre el Estado Mundial de las Madres elaborado por Save The Cildren.[iii]. No, tampoco era esto.

Esta podía estar vinculada o cercana a lo que intentaba averiguar: “Los españoles somos menos, estamos más envejecidos y, por si fuera poco, ha bajado la esperanza de vida, «aunque levemente», por primera vez en este siglo y a la vez en mujeres y hombres.[iv] y como era de La Razón de Maruenda (el periódico digo, de la otra no tiene) pues me la leí, pero tampoco era exactamente lo que buscaba del meme. Nada, descubrí que España baja a la tercera posición en producción de piensos en la UE”[v] y que “El número de nóminas en España baja de los 14 millones por primera vez en 11 años”, que se hunde el número de españoles con nómina, vaya, y que sería necesario remontarse al año 2003 para encontrar menos de 14 millones de trabajadores con nómina. Se explica –asegura el diario- por el aumento del paro y el aumento de los autónomos, pero son datos preocupantes, porque hace 11 años había 4 millones menos de personas queriendo trabajar.[vi]

¡La encontré! ¡Por fin la encontré!: España no consigue levantar cabeza en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, un ranking mundial de 187 países que, entre otros aspectos, mide la esperanza de vida, el grado de escolarización, el acceso a la sanidad o el PIB. Continúa en el puesto 27, al igual que el año anterior, solo que desde 1995, cuando alcanzó su mejor clasificación con la novena posición, la caída ha sido continua. O, lo que es lo mismo, en 19 años España ha perdido 18 plazas en el índice que mide el grado de bienestar y desarrollo de cada estado.[vii]

Haced la foto: un país en el que no se investiga ni innova; en el que cada vez cuesta más (y apetece menos) ser madre; en el que envejecemos y además vivimos peor; donde ya no somos capaces ni de mantener la producción de piensos para nuestros cochinos (pero seguimos engordando listas vergonzosas de corruptos, corruptelas, amiguismo, parásitos y “ensotanados”); y, donde tener una nómina es un privilegio (aunque incluso con ella haya familias pasando calamidades y sin poder tejer un futuro); ése país, éste país ¿Cómo va a levantar cabeza en el Índice de Desarrollo Humano?

Os cuento lo mejor, si hacéis lo mismo que yo y buscáis “España baja” los titulares más numerosos son los que explican con detalle y profusamente que hemos bajado hasta el puesto ocho del ranking FIFA y que Alemania ha pasado a la primera posición después del Campeonato de Fútbol de Brasil… como lo ha hecho en la producción de piensos (añado).