Confundir hombre con
varón es lo mismo que confundir blanco con un color. El hombre es lo mismo que
la persona, el individuo y la individua… el varón y la fémina. De igual modo,
confundir género con un sexo determinado es un error: el género es más un tipo
de construcción social y no la arquetípica separación de roles que la condición
biológica de los sujetos conlleva por sus características
anatómico-fisiológicas. O sea, que el género masculino y el género femenino no
son sinónimos inequívocos de sexo masculino y femenino.
La primera vez que me
enfrenté al término y al concepto “hombre nuevo” fue en ese extraordinario
libro de Makarenko que todos/as deberíamos leer: El Poema Pedagógico. Ese
“hombre” (esa persona) no es sino un sujeto que debe construir una sociedad
distinta, de iguales, de colectividades, de acciones que superen el actual modo
de vivir, producir y consumir.
La agresividad está
demostrado que es innata en la persona, la violencia no. Son muchos los que
saben de estas cosas y ya nos han contado y verificado cómo la agresividad
funda una parte importante de nuestra forma humana; la violencia –cualquier
tipo de violencia- es fruto de una anomalía, unas veces psíquica, otras
culturales (o de carencia de cultura), otras de entorno, otras de trastorno…
pero ninguna puede servir de excusa o de eximente.
En estos tristes días
de titulares sangrientos (cinco asesinatos en una semana) resurgirá con fuerza
mediática la sensación de la denuncia e incluso el combate contra este tipo de atrocidades.
Al primer periodista –y me juego algo a que fue un tipo- que se le ocurrió el
término “violencia de género” habría que aplicarle algún otro tipo de
violencia, pero, aún así, igual que confundimos hombre con una especie entera,
no vamos a hacer esta reflexión sobre cuestiones semánticas. Las denuncias en
los medios son necesarias pero huyendo del morbo y del cotilleo y buscando
generar una conciencia distinta, un conocimiento y un mayor rechazo.
Se ejercen sobre las
mujeres muchos tipos de violencia. Repudiamos la física, pero también la Legal,
la cultural, la social y la de la desigualdad. En mi opinión -que no se os
olvide mi condición de varón- creo que debemos feminizar nuestras relaciones.
Creo que tenemos que buscar estrategias a largo plazo (combinadas con el
endurecimiento de las penas pero siendo conscientes de que esa no es la
solución) que partan de una Ley de Educación de consenso y que pueda aplicarse
a varias generaciones consecutivas (la LOMCE no ayuda). Creo que debemos
esforzarnos por potenciar la igualdad, entendiendo este concepto más allá de
los deberes y derechos. Creo que todos/as debemos denunciar e impugnar los
estereotipos de los supuestos roles. Creo que hay que generar una nueva
cultura.
Los varones tenemos que
dejarnos contagiar, aprender a relegar nuestro papel en la historia, renunciar
a nuestra fuerza. Ni somos amos ni tenemos derecho, ni somos dueños ni podemos
mandar. No basta con luchar por la igualdad, se trata de no ser partícipes. Si
yo fuera mujer estaría defendiéndome al mismo tiempo que centraría la suma de
esfuerzos en conseguir poder (tanto el verbo como Los Poderes) y dotar a la
sociedad de ese sentir femenino, de esa mirada. Hasta que llegue ese hombre
nuevo, ni una muerte más, ni un mal chiste, ni una agresión, ni un desprecio,
ni una imposición, ni una violación, ni una Ley contra sus derechos. Ánimo a
todas… compañera usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos o hasta
diez, sino contar conmigo.