En pleno
debate sobre la utilización de las balas de goma,
la partida para el material antidisturbios
aumenta
de los 173670 euros en 2012, a 3,26 millones
en 2013[i]
Pocas
veces hemos hablado aquí del poder coercitivo del Estado. Para que nos entendamos,
el poder que un Estado (su Gobierno) tiene para reprimir usando la fuerza. Para
colmo de males, además, es no sólo legal sino, más allá, se supone que se usa
para mantener esa supuesta legalidad. Dicho en plata: cuando unos funcionarios
(policías especializados) te inflan a hostias en una manifestación lo hacen
para mantener “la legalidad”, el sistema en su conjunto. No voy a entrar, sería
una trampa y un error, en los muchos casos en los que la coerción se usa para el
bien común y las mayorías, por ejemplo, en una incautación o en una
expropiación.
Una
bala es una bala, de goma o de plomo, de uranio empobrecido o de nuevas
aleaciones, una bala es la parte que se desprende de un proyectil tras una
explosión y sale lanzada hacia un objetivo. Las balas de goma matan[ii]
por muy suave que parezcan con ese nombre, o dejan tuertas a 26 personas en
España desde 1990 a nuestros días. Ya están prohibidas en Europa[iii]
y ya andan los nuestros probando nuevos artilugios que pronto empezaremos a ver,
notar y sentir en nuestras propias carnes (nunca mejor dicho): pistolas eléctricas,
balas paralizantes de la nueva GL06-NL –hasta 45 días con dolores en los
músculos afectados tras el balazo-, cartuchos que tiñen de color al sujeto que
reciba el impacto para detenerlo después… en resumen, las nuevas tecnologías al
servicio de “La Ley y el Orden”.
Pasaron
casi desapercibidas las declaraciones del que es el máximo responsable de los
mossos en Cataluña: O generamos pánico o
no los sacamos de aquí [iv].
Pero ese sentimiento, manifestado ante un juez por las cargas contra el 15-M
en Barcelona, es la más pura definición, real, de la coerción: el miedo, es la
mejor arma. Podría parecer que estoy hablando del momento mismo de la carga,
del disparo, del porrazo… pero en realidad generan pánico mucho antes de que
actúen. Su presencia reprime. Sus vestimentas y sus pasamontañas asustan. Sus
armas intimidan. De igual modo, su sinrazón y su falta de medida cohíben. Sus
órdenes y sus acciones nos rompen la cabeza y con esa sangre se nos van las
ganas.
Los contratos basura, el posible despido, el
que podamos salir de la “clase media”, las injusticias cotidianas, el hacernos
creer que podemos perderlo todo, la justicia no gratuita, el ejército, la
policía, los medios de comunicación de masas, la impunidad de nuestros
gobernantes… todos, juegan un papel fundamental en esa coerción que ejerce El
Poder sin que te pongan una mano encima, sin que toquen uno de tus cabellos. No es coerción que estos manden a los antidisturbios a una manifestación,
eso es represión en sentido puro, es coerción ese miedo generado en nuestras
conciencias.
El
hecho de que el presupuesto se multiplique casi 19 veces en material antidisturbios
debería de advertirnos de que nos van a caer 19 veces más hostias, más o menos,
así es que el único modo de contrarrestar eso es multiplicar por 20 nuestras
acciones, nuestras reivindicaciones, manifestaciones y luchas.
Sin
miedo, ¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues
vivimos, anunciamos algo nuevo. A la
calle que ya es hora, contra las privatizaciones, contra las medidas del
Gobierno, contra las injusticias, contra la no ratificación de los convenios
colectivos, contra los recortes. Sin miedo. Recuerda que peor que una bala de
goma es la sumisión o, como dijo aquel, que más cornás da el hambre.
Aprovecho
este escrito para sumarme a una asociación que he descubierto investigando el
asunto: http://stopbalesdegoma.org/es
y para mandar un fuerte abrazo a Ester Quintana (en la foto) que ha inspirado
este breve artículo.