domingo, 14 de julio de 2013

Coerción


En pleno debate sobre la utilización de las balas de goma,
 la partida para el material antidisturbios aumenta
 de los 173670 euros en 2012, a 3,26 millones en 2013[i]

 
Pocas veces hemos hablado aquí del poder coercitivo del Estado. Para que nos entendamos, el poder que un Estado (su Gobierno) tiene para reprimir usando la fuerza. Para colmo de males, además, es no sólo legal sino, más allá, se supone que se usa para mantener esa supuesta legalidad. Dicho en plata: cuando unos funcionarios (policías especializados) te inflan a hostias en una manifestación lo hacen para mantener “la legalidad”, el sistema en su conjunto. No voy a entrar, sería una trampa y un error, en los muchos casos en los que la coerción se usa para el bien común y las mayorías, por ejemplo, en una incautación o en una expropiación.
 

Una bala es una bala, de goma o de plomo, de uranio empobrecido o de nuevas aleaciones, una bala es la parte que se desprende de un proyectil tras una explosión y sale lanzada hacia un objetivo. Las balas de goma matan[ii] por muy suave que parezcan con ese nombre, o dejan tuertas a 26 personas en España desde 1990 a nuestros días. Ya están prohibidas en Europa[iii] y ya andan los nuestros probando nuevos artilugios que pronto empezaremos a ver, notar y sentir en nuestras propias carnes (nunca mejor dicho): pistolas eléctricas, balas paralizantes de la nueva GL06-NL –hasta 45 días con dolores en los músculos afectados tras el balazo-, cartuchos que tiñen de color al sujeto que reciba el impacto para detenerlo después… en resumen, las nuevas tecnologías al servicio de “La Ley y el Orden”.

Pasaron casi desapercibidas las declaraciones del que es el máximo responsable de los mossos en Cataluña: O generamos pánico o no los sacamos de aquí [iv]. Pero ese sentimiento, manifestado ante un juez por las cargas contra el 15-M en Barcelona, es la más pura definición, real, de la coerción: el miedo, es la mejor arma. Podría parecer que estoy hablando del momento mismo de la carga, del disparo, del porrazo… pero en realidad generan pánico mucho antes de que actúen. Su presencia reprime. Sus vestimentas y sus pasamontañas asustan. Sus armas intimidan. De igual modo, su sinrazón y su falta de medida cohíben. Sus órdenes y sus acciones nos rompen la cabeza y con esa sangre se nos van las ganas.

Los contratos basura, el posible despido, el que podamos salir de la “clase media”, las injusticias cotidianas, el hacernos creer que podemos perderlo todo, la justicia no gratuita, el ejército, la policía, los medios de comunicación de masas, la impunidad de nuestros gobernantes… todos, juegan un papel fundamental en esa coerción que ejerce El Poder sin que te pongan una mano encima, sin que toquen uno de tus cabellos. No es coerción que estos manden a los antidisturbios a una manifestación, eso es represión en sentido puro, es coerción ese miedo generado en nuestras conciencias.

El hecho de que el presupuesto se multiplique casi 19 veces en material antidisturbios debería de advertirnos de que nos van a caer 19 veces más hostias, más o menos, así es que el único modo de contrarrestar eso es multiplicar por 20 nuestras acciones, nuestras reivindicaciones, manifestaciones y luchas.

Sin miedo, ¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.  A la calle que ya es hora, contra las privatizaciones, contra las medidas del Gobierno, contra las injusticias, contra la no ratificación de los convenios colectivos, contra los recortes. Sin miedo. Recuerda que peor que una bala de goma es la sumisión o, como dijo aquel, que más cornás da el hambre.

viernes, 12 de julio de 2013

Tócame las tetas, imbécil


imbécil. (Del lat. imbecillis).1. adj. Alelado, escaso de razón

 

Oía, sobrecogido, las declaraciones de unas mujeres a las que habían violado masivamente en Egipto, en la plaza de Tahir. Aquí andamos con otro debate: los tocamientos de tetas en Sanfermines. Los pongo en el mismo párrafo para que no parezca ni que estoy comparando ni que es una ironía. Ninguna de las dos acciones, por brutal que sea la primera confrontándola con la segunda, son asumibles para aquellos (solo en masculino) que queremos pertenecer al género humano.

Hace ya muchos años se impulsó una campaña –yo diría mundial u occidental al menos- que se resumía en un grito seco y rotundo: “no significa no”. El mensaje no puede ser más simple, más claro, más entendible. El varón necesitaba, necesita, un mensaje en el que no cupiera la especulación y la mujer lo hizo a la medida de nuestras escuálidas mentes: “no significa no”. ¿no se entiende? ¿eres tan imbécil que no lo entiendes? “no, significa, no”.

Seguimos en las cavernas cuando hablamos de igualdad y tenemos que salir, todos (solo en masculino) de ellas. Una vez que dejemos los troglodismos mentales, sociales y culturales, tendremos que pedir perdón por casi todo y cuando se nos conceda, debemos renunciar al poder, a la acción, a la violencia, a la imposición, al dolor, a la fuerza…

Tahir –parece ser, me fiaré de los medios- significa “liberación”. ¿De qué te liberas, imbécil? Si eres capaz de amedrentar a la mitad de tu población, con algo tan despreciable y condenable como es una violación; no te estás liberando más que de una sarta de gobernantes inútiles o corruptos. No te vas a liberar, imbécil, si no oyes la voz de las únicas que le dan vida a este planeta, si no son como tú (aunque ojalá ni se te parezcan), si no son partícipes de las decisiones, si no son protagonistas de esa liberación. Sin ellas, imbécil, no te vas a liberar de nada.

En lo más cercano, insisto, sin comparar una cosa con la otra, deciros que yo me he quitado dos veces la camiseta en dos aglomeraciones: un concierto y un partido de fútbol. Si yo puedo todos y TODAS pueden. Si alguien me toca las tetas, o la cara, o una mano, o el culo, o un codo con ánimo de divertirse se lleva un par de hostias a no ser que, por este orden, YO QUIERA Y ME APETEZCA que me toquen el codo. De igual modo, si lo hace el o LA de al lado, entiendo que podré tocarle el codo si él o ELLA QUIERE y le APETECE (ahora falta que yo esté por la labor). Si no se dan todas esas circunstancias cualquiera puede quitarse lo que quiera, ponerse lo que quiera, llevar la pinta que quiera pero NO SE TOCA, imbécil. NO se INSULTA, imbécil. NO se HUMILLA, imbécil.

No significa no. En casa, en la cama, en la calle, en el trabajo, en el autobús, en Sanfermines o en la Plaza Tahir. Hay miles de sanfermines y miles de plazatahires.

Sería bueno hablar aquí de las culturas, los hábitos, la propiedad, las costumbres, los tabús, las religiones, las relaciones entre iguales y entre diferentes, y, posiblemente, un montón de cosas más. Pero lo voy a dejar aquí porque sólo me apetecía desahogarme: ¡IMBÉCIL!

jueves, 11 de julio de 2013

A Manuel Fernández-Cuesta


La primera vez que te vi estabas sentado frente a una máquina de escribir, grande, gris, como las que había en las comisarías. No había nadie en el despacho así es que te lancé un saludo y me devolviste otro junto a una franca sonrisa. Cuando llegó Mariano Asenjo nos presentó formalmente: -Antonio este es Fernández-Cuesta, un colaborador nuestro. Bastó ese rato para saber que había conocido alguien a quien querer, admirad y de quien disfrutar. La última vez que pude darte dos besos fue en la Fiesta del PCE, pero guardaré tu último correo electrónico como un pequeño tesoro.
Hoy, muchos –estoy convencido de ello- estaremos buscando las palabras adecuadas para decirte adiós. Yo no las tengo. Me he parado un rato a pensar qué podría decir sobre ti y sólo me salen recuerdos, momentos gratos, discusiones serenas. Tenía Manuel la mirada del pillo que acaba de descubrir cómo funciona un motor de explosión; tenía la sonrisa afable, como un espejo en el que mirarse en los momentos de duda; tenía humor, serio, pero humor. Y sobre todo, tenía palabra, palabras… quizá por eso hoy no encuentro las adecuadas para decirle adiós: él las tenía todas y como era solidario y buena gente, las ordenaba y las compartía.
No voy a olvidarte. Por esos ratos, por todo lo que me enseñaste, por todo lo que me diste y por todo lo que hoy soy (tal y como dijiste una vez todos somos sumas y tú eres parte del total) y te voy a despedir con esas primeras palabras que leí aquel día en que te conocí, tuyas, nuestras: “Golpeaba la máquina de escribir con tanta rabia y velocidad que el sonido evocaba las ráfagas de metralleta”. Nos quedan tus textos, pero los que te conocimos tenemos mucho más. Siempre contigo maestro.

viernes, 5 de julio de 2013

Contra la democracia


No os pongáis nerviosos/as. Recientemente descubrí que algunos lingüistas andan dándole vueltas al término y que lo que la traducción clásica ha interpretado como “del pueblo” (demo) y “poder” (cracia), en realidad podría ser “hacer cosas”, “crear” (demi) y “poder” (cracia). Es decir, que en vez de “el poder del pueblo” podríamos estar hablando de “el poder crear cosas”. Más allá de la discusión semántica es verdad que el sentido clásico ha sido, también, muy maltratado y sesgado: poder no es sólo mando, autoridad o soberanía, también es verbo… podemos, se puede, puedes… aunque, desgraciadamente, en términos políticos esa acepción ha desaparecido del ideario y de la intención de muchos partidos.

Como bien sabemos –podemos leer a Sartori en este sentido- la democracia es difícilmente entendible sin otros conceptos paralelos: delegación de poder, representatividad, relación entre iguales… hasta un punto tal en el que, con independencia de si es del pueblo o lo que el pueblo hace, la acción en sí (la democracia) ha perdido todo su sentido hoy. Se siguen matizando y estudiando todos esos conceptos que acompañan a la democracia pero no se analiza “el todo” o, dicho de otro modo: revisamos y adaptamos tanto normativa como culturalmente todos los mecanismos pero pocos, muy pocos, se atreven a plantear un nuevo modelo.

La falta de transparencia, la impunidad (o casi) de las administraciones y de los políticos con poder, la corrupción, la no evaluación de las políticas públicas en términos de eficiencia y eficacia, el subyugar decisiones a largo plazo a los intereses de las minorías mercantiles y financieras –y un largo etc.- son frutos directos del actual modelo, o peor aún, consecuencias innatas al mismo. La desafección de la política, el individualismo, el sálvese quien pueda, y, sobre todo, una nueva cultura que nos aleja de lo colectivo, del altruismo, de lo común, de la información y de la toma de decisiones son los culpables de que el sistema actual esté en crisis. Pero ¿para quién lo está?

El número de ricos ha crecido en España en los peores años de esta mal llamada crisis[i], ¿están en crisis? La nueva Política Agraria Común (PAC) favorece a los grandes propietarios de la tierra, a las industrias agroalimenticias y agroquímicas, a las multinacionales del sector[ii], ¿están en crisis? Los bancos han ganado 3140 millones en el primer semestre de 2013, más el rescate del 2012 y sus correspondientes beneficios[iii] ¿están en crisis? La Iglesia recibe de las arcas públicas diez mil millones de euros al año, medirán su crisis en fe y número de borregos, porque lo que es en euros… Así, la lista podría continuar y continuar. Los dos grandes partidos que se alternan periódicamente en el poder; las multinacionales; los grandes consorcios; las empresas que se están aprovechando de la venta y privatización de la sanidad, de los medios públicos de comunicación, de la enseñanza, del transporte o del agua… insisto, un largo etcétera, ¿están en crisis?

En crisis económica, de valores, de ideas y de esperanza está ese pueblo que hace cosas o ese poder que emana de él. Algún día –pronto- tendrá que repensar el actual modo de vivir y de producir, pero también el actual modo de delegar el poder, de informarse, de crearse opinión. De actuar.

Ir contra este modelo de democracia no es hacerlo ni contra el concepto ni contra su acción, pero no podemos seguir siendo cómplices. Hay alternativas. Oigámoslas.




[i] http://economia.elpais.com/economia/2013/06/18/actualidad/1371569855_528005.html
[ii] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=170548
[iii] http://www.eldiario.es/economia/banca-Espana-ciento-provisionar-millones_0_147685548.html

lunes, 1 de julio de 2013

Menos samba y mais trabalhar

Ayer, durante y tras el 3-0, recordaba con una media sonrisa una antigua parodia de Emilio Aragón: “Menos samba y mais trabalhar”. Y recordaba también las declaraciones de Neymar diciendo que entendía las movilizaciones en Brasil y que todos (todos) los jugadores de la selección las apoyaban.
Cuando era pequeño recuerdo a mi padre diciendo que Arconada no usaba las medias de la selección porque, claro, llevaban la bandera española. No sé si es verdad ni me voy a molestar en comprobarlo. El caso es que, desde aquel comentario, no he vuelto a oír nada, nada de nada, sobre un jugador de la selección y algo que tuviera que ver mínimamente con la política. Es raro que, como personas que se suponen son, no tengan sus preferencias, no tengan inquietudes, no conozcan la realidad social en la que viven y no tomen posición. O no son personas o el mito no puede permitirse más banderas que las del dólar.
Los porcentajes nos dicen que hay una proporción tal de un no sé cuántos por ciento de españoles republicanos. Un no sé cuántos de homosexuales. Un no sé qué de maltratadores, de universitarios, de ecologistas, de usuarios del tren… Hay porcentajes para todo y, sin embargo, los jugadores de fútbol españoles parece que estén al margen de las estadísticas. ¿No habrá uno, al menos uno, que sea republicano? ¿Homosexual? ¿Maltratador, universitario, ecologista…?
No voy a usar estas líneas para despertar simpatías por “causas perdidas”. No les voy a exigir que opinen del 15-M, de la corrupción, de las cuentas de la In-fanta (de naranja), o, del paro, la judicatura, la migración juvenil o las becas de Wert… pero sí quiero llamar la atención sobre su silencio. No deja de ser curioso que gente que tiene casi permanentemente un micrófono o una cámara delante no lance mensajes sobre lo que piensa, sea lo que sea, y que los miles de personas que los endiosan no escuchen sus opiniones más allá de “son once contra once… el fútbol es así… si mi abuela fuera mi abuelo… el tiquitaca…”. O no piensan –que puede ser que los balonazos en la cabeza pasen factura- o no son personas o su contrato no pasa de la marca, la cuenta corriente, el cochazo y la mansión. Aquellos que los convierten en deidades quizá tampoco piensen.
Si alguien me dice que los futbolistas tienen que hablar sólo de fútbol a ver cómo explican que los periodistas sean los que hablan de política o de economía, los que diseñen pensamiento y deformen la realidad hasta canalizarla hacia un mundo de la tontería, de la ilusión peyorativamente hablando, de la falsedad, de la cortina de humo. Los artistas, cantantes, poetas, intelectuales, escritores y un largo etcétera, además de su actividad normal que les suele dar de comer –a unos más que a otros y otras- generan y expresan opinión (su opinión) sobre miles de temas. ¿Los futbolistas no? ¿no quieren o no pueden? ¿no pueden o no tienen?

Adorar a uno de estos porque metan un gol o apenarse de que les metan un carro es lo mismo que adorar un muñeco de barro. Menos samba y más trabajar, menos fútbol y más pensar.