Mucho se ha escrito ya de lo que
ha significado y significa la imposición cultural judeocristiana. Se ha
utilizado tanto para explicar una buena parte de nuestras relaciones comunes
como para argumentar los motivos de nuestras manifestaciones o actitudes
sociales o culturales. Se ha llegado a decir que esa tradición fija nuestras
normas básicas y establece nuestras relaciones.
Puede que todo eso sea así. Sin
lugar a dudas nuestro modo de ver el mundo (y de movernos en él) es una suma de
características históricas, pero eso no basta para explicar el rechazo hacia
quienes muestran una sexualidad diferente. Además de entender que vivimos en
una sociedad tremendamente machista tendríamos que colocarnos en una nebulosa
de fronteras difusas y añadir conceptos como el estereotipo, el rol, la tradición,
la familia… ni siquiera así lograríamos meter en la coctelera todos los
elementos de análisis.
Es innegable que esa sexualidad “diferente”
sigue provocando rechazo, mofa, marginación, cuando no animadversión u odio,
sin olvidarnos de aquellos que la consideran una perversión o una patología.
Pero ¿cómo acabar con eso y por qué tenemos que hacerlo?
Hay que acabar con ese odio o rechazo
porque las personas tienen –todas- los mismos derechos: Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. (Artículo
1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Sus etiquetas formales
(homosexual, lesbiana, bisexual, transexual…) y sus etiquetas usadas como armas
arrojadizas unas veces y para que ellos/ellas puedan reírse de esos ataques
(marica, bollera, loca…) deben de ir desapareciendo de nuestra conciencia y
cultura. Como siempre, unos medios de comunicación adecuados, una educación
básica adecuada, una legislación adecuada y, sobre todo, una sociedad adecuada,
son las cuatro herramientas y fines básicos de este cambio.
Hoy, día del orgullo, yo también
quiero sentirme orgulloso de todas esas personas que no ocultan lo que son
(porque quien tiene que ocultarse es aquel que esté dispuesto a vacunarlos o a
molerlos a palos, a despreciarlos o condenarlos); orgulloso de quienes se
manifiestan o luchan (porque quien tiene que callar es aquel que odia porque “no
lo entiende”); orgulloso porque una bandera arcoíris puede por fin simbolizar
una lucha (porque aquellos que esgrimen otras, o algún crucifijo, ocultan bajo
esvásticas o aguiluchos la sinrazón y la estupidez); orgulloso de esos hombres
y mujeres que saben lo que son, saben lo que quieren y tienen todo el derecho a
ser como les dé la gana (porque aquel que no es capaz de comprender al corazón
difícilmente entenderá de nada).
He encontrado una imagen hoy por
las redes sociales y la comparto aquí porque creo que resume y expresa mucho mejor que yo todo ese
orgullo. En cada barra del arcoíris han puesto una frase: soy gay, soy lesbiana,
soy bisexual, soy transexual, soy heterosexual… soy persona.
Por un mundo de personas. Viva el
día del orgullo y la lucha de l@s orgullos@s.