Me aburre el politiqueo y me
apasiona la política. Me cansan las grandes cuestiones teóricas y sin embargo
uso muchísimas veces retazos de ideas y prácticas viejas. Imagino que desde que
Aristóteles se planteó el hombre como animal político a nuestros días, han sido
muchos y muchas los que se han planteado las mismas cuestiones fundamentales
que yo y, seguro, les habrán dado mejores respuestas que las mías. Yo hago
política partiendo de un principio poco ortodoxo: creo que nunca tengo razón.
Ya sé que suena raro pero prefiero partir de la negación antes que saberme en posesión
de una verdad única e inamovible. Desde esa realidad voy construyendo verdades
que me contradigan, me refuten y me edifiquen. Puede que sea un “antidialéctico”
o puede que esté loco pero estoy convencido de que superar las argumentaciones
y una práctica militante coherente son herramientas fundamentales para
desarrollar y realizar ideas.
Tampoco soy mejor que quien está
a mi lado, pero sí mejor que el que está enfrente. Cuando alguien decide que
quiere cambiar el mundo es porque primero ha descubierto que el actual no le
gusta, después se ha preguntado cómo podría transformarlo y, por último, ha
buscado los instrumentos adecuados para hacerlo. En este David contra Goliat
permanente en el que nos movemos los convencidos de la izquierda, esas
herramientas son la clave para que hablemos de modelos, de estrategias y de
elaboración en una sociedad en permanente cambio.
Por certeros que sean nuestros
análisis, la sociedad cambia constantemente y como ésta demanda nuevas
respuestas (y nuevos productos, y nuevos servicios, y “vivir mejor”…) nuestras
preguntas y nuestros análisis tienen que cambiar también. Leí una vez una frase
que difundió Benedetti pero que él reconoció era una pintada anónima en una
pared de Quito y que seguro conocéis: Cuando teníamos las respuestas nos
cambiaron las preguntas. Esto me vale para entrar en el fondo del objetivo de
éste artículo: cuando teníamos la organización nos cambiaron las reglas.
IU y Podemos, Podemos e IU, no
son mejores o peores la una que la otra o el otro que el uno, pero sí son
mejores que quienes están enfrente. El fracaso de cualquiera de las dos es el
fracaso de ambas (y ojalá esto lo entiendan pronto los dos). En IU es necesario
un cambio que acabe con las ambiciones individuales y una formación (de
formarse) permanente que haga de cada hombre y mujer una herramienta. En
Podemos hacen falta estructuras estables (que será la primera contradicción que
tendrá que superar) y una interconexión territorial y programática de la que
hoy carecen. En IU su fijación como estructura entre lo viejo y lo nuevo le
impide el crecimiento; en podemos esa falta les permite una expansión
ilimitadas a través de las redes sociales. En IU tenemos obligaciones (cuotas,
estatutos… pero también, montar una caseta y poner pinchos morunos, pegar
carteles o trabajar en las instituciones) y en Podemos tienen voluntades. No
estoy defendiendo un modelo frente al otro, muy al contrario, creo que deberían
casarse cuanto antes, pero entre el modo de hacer política (fácil) de Podemos y
el modo de hacer política de IU (muchos sacrificios) no hay dudas de cuál
saldrá vencedor. El problema es que –ya lo he dicho antes- si hay un perdedor
ninguna de las organizaciones terminará de ser suficiente. La una se irá
muriendo, la otra morirá de éxito.
Me da pánico el respaldo de los
medios de comunicación a Podemos y el poco caso que se le hizo a IU cuando puso
en práctica esas mismas acciones que están aupando a Podemos. Por ejemplo, IU
fue la primera organización que limitó el sueldo de sus cargos públicos a tres
veces el SMI: ¿Quién se enteró? Ningún medio de comunicación se hizo eco de
esta noticia y hoy parece un invento de la nueva formación. Ese respaldo, del
que el PP es el mayor beneficiado, está debilitando los ánimos y las fuerzas de
IU y la está llevando a la precipitación y a rediseñar su estrategia. Es cierto
que, quizá, IU necesitara ese rediseño antes de que surgiera Podemos pero una
vez que ocurre las prisas no son buenas consejeras. También es cierto que IU no
puede esperar a que le cambien las preguntas.
El caso es que pronto, muy
pronto, sabremos qué opina Podemos de cuestiones fundamentales o quizá opten
por un serie de consignas y lemas difíciles de contradecir y de fácil
seguimiento. Si hacen lo primero (programas de gobiernos locales, regionales y
estatal) descubriremos que ni son una varita mágica ni hay, seguro, grandes contradicciones
con las propuestas de IU (que tampoco es una varita mágica). Si hacen lo
segundo seguirán recibiendo apoyos ingentes pero los pies de barro y las
estructuras de papel se acaban en cuanto el lobo feroz pegue tres soplidos. “Las
ideas no viven sin organización” es el resumen de una estrategia gramsciana
sobre la hegemonía y esta es la clave para ver si es posible un matrimonio bien
avenido entre IU y Podemos o se tratará de un vulgar matrimonio de
conveniencia.
Algunas cuestiones se me quedan
en el tintero (recordad que parto de que no tengo razón) pero para poder cortar
la tarta en el banquete habría que preguntarse: ¿alguien recuerda el movimiento
de los ciudadanos de Chevènement en Francia? ¿Alguien se ha preguntado por qué Syriza
en Grecia es un partido parecido a IU?
Las ideas no viven sin
organización… organicémonos antes de que fracasemos sin ni siquiera haberlo
intentado.